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Escarbemos un poco en las arenas del tiempo, cuando no éramos más que una especie tratando de organizarse socialmente y luchando por sobrevivir.
Uno de los grandes retos en la formación de mujeres líderes es el proceso de inducción para romper de manera definitiva los anclajes y limitaciones personales con relación a la división de roles entre masculino y femenino, así como dejar de lado la discusión sobre superioridad, diferencias o ventajas comparativas de un@s sobre otr@s.
Aunque el tema sin duda es muy complejo, podemos referirnos a nuestros antepasados para reflexionar al respecto sin complejos, sin tabúes ni debates bizantinos. Escarbemos un poco en las arenas del tiempo, entre unos 45,000 y 35,000 años atrás, cuando no éramos más que una especie tratando de organizarse socialmente y luchando por sobrevivir, y cuyas experiencias, legado y contenidos se quedaron grabados en nuestro ADN.
1. Las mujeres comunican mejor
En efecto, los hombres salíamos salir a cazar y teníamos que hacerlo en sigilo, con el menor ruido posible, para no perder la presa. No estábamos para preguntarle al de al lado dónde compró su lanza, halagar su taparrabos o decirle que esa mañana no andaba bien peinado. La mujer, en cambio, tenía espacio para convivir, meditar, compartir sus ideas.
Las más recientes investigaciones antropológicas sostienen que las mujeres fueron quienes desarrollaron la historia, medicina, administración, pintura, escultura, arte. Lo hicieron porque no solamente llevaban un recuento de sucesos, sino que los enriquecían, les daban el valor agregado de la profundidad, entretenimiento y seducción.
Además, los hombres no podíamos hacer tantos gestos ni expresiones; sólo algunas señales básicas para coordinar el trabajo colectivo. La mujer, en cambio, podía actuar, imprimir su sello personal y utilizar expresiones, movimientos y gesticulaciones mucho más diversas. Cuando a la mujer le pasa algo, todo su cuerpo lo transmite, lo expresa, se siente. Nosotros sólo sabemos estar “jetones” (¡me lleva!).
2. Las mujeres son mejores administradoras
Para los hombres, el modelo de negocios es la acumulación, vencer a la competencia, ganar más. Las mujeres se hicieron más hacia la comunidad: tenían que preservar, administrar para garantizar la supervivencia en tiempos difíciles. A los hombres nos vence más fácil la adrenalina, lo visual, el calor del momento, una transacción sencilla, el corto plazo. La mente de la mujer piensa más adelante, planea y organiza. Todo por la calentura, atáscate en el lodo. (“Te dije pero nunca me haces caso”, ¿suena familiar?)
3. Las mujeres multitarea
¡Oigan!, nos pasábamos largas horas o días cazando, enfocados en la presa, observando sus debilidades, apreciando sus mejores puntos y pensando en el momento de devorarla (eso todavía aplica). La mujer tenía que echarle un ojo a la prole, colectar, coser, cocinar y al mismo tiempo conversar y atender las expresiones de las otras mujeres, y para colmo, tenían que vigilar el entorno de cualquier amenaza potencial (ahí nació el famoso sexto sentido o intuición femenina).
Todavía más, su capacidad para leer con la mirada se hizo fulminante: ellas pueden apreciar en 0.3 segundos lo que a nosotros nos toma 1.4 segundos (cuando una mujer dice que estás viendo a otra, no hay ni cómo discutirle). Ver de reojo les basta para saber qué zapatos, maquillaje, ropa (interior y exterior), accesorios, figura y peinado trae alguien, hasta dónde compró la bolsa, si le queda o no, califican, evalúan, fusilan.
4. Mujeres líderes que inspiran y motivan
Cuando regresábamos a la cueva, lo hacíamos pensando en comer, descansar y lo que sigue (por supuesto lo que sigue iba primero que descansar); ya después de todas las broncas de andar cazando, nadie quiere escuchar si la de la piedra de al lado había estrenado nueva piel o si su marido le había traído un colmillo más grande. Asesinos del romanticismo, insensibles, nada detallistas (¡ya nos cargó la manada de changos!), nada de eso, simplemente más prácticos. La sensibilidad de la mujer imprime a lo que hace un sello humano, solidario; por eso se le facilita integrar grupos y dirigirlos hacia metas comunes.
5. Mujeres, mejores negociadoras
Las jerarquías son fundamentales e ineludibles para nosotros. La mujer es más flexible y se adapta a poner en la mesa condiciones más parejas. Nosotros queremos aplastar, reforzar la idea de hacer menos a otros (¿cómo no?, pues para eso somos hombres).
Hemos visto mucho de esto, especialmente en altos niveles ejecutivos, pero sobre todo en política. Las mujeres han progresado mucho en su rol como conciliadoras y operadoras de acuerdos, particularmente con resultados que dejan a las partes con una mejor percepción de igualdad y respeto.
6. Mujeres líderes comunitarias y emprendedoras
A las mujeres se les complica menos asociarse, construir juntas. Para nosotros es importante quedarnos con la porción más grande, ponerse al frente, hacer que otros trabajen y aportar el menor esfuerzo. Las mujeres entendieron desde esas épocas primitivas que mantenerse unidas era clave para sobrevivir, para crecer y mantener al grupo funcionando.
En proyectos de emprendedoras hemos constatado cómo las líderes pueden sumar mejor sus esfuerzos, son más puntuales en pagar sus créditos y tienen menos dificultades para repartir equitativamente las ganancias de sus empresas comunitarias. Acompañarse de otra mujer era clave cuando se trataba de salir de la cueva, confiar la una en la otra y darse apoyo cuando era necesario; un esfuerzo más parejo. En consecuencia, cooperar para salir adelante es menos complicado para las mujeres, hermanas, tías, madre, abuela, amiga, socia… extienden sus nexos más allá del hogar, el trabajo o las relaciones de pareja (¡no nos pidan eso!).
7. Mujeres, mejor manejo de la presión
Heredamos un sello explosivo, persecutorio; había que ser disciplinado y tenaz, guardarse los lamentos y curarse las heridas en silencio. La mujer se llenó de dones que en nuestros días son clave: paciencia, control, ecuanimidad. También hemos visto en nuestras clientes cómo las ejecutivas y mujeres líderes van destacando a la hora de darle la pausa adecuada a un negocio y conocer el mercado a fondo, darle al consumidor un sentido de pertenencia, hacia dentro de la organización creando comunidades más que departamentos, dando un estilo peculiar y distinto como valor de marca.
Ni mono, si hubiera escrito esto antes me hubiera ahorrado al menos unas 5 sesiones de terapia de pareja (otra vez ¡me lleva!).
Fuente: Forbes