No apresurarse en decisiones financieras

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Hay que estar atento a no incurrir en decisiones aceleradas que generen afectaciones a nuestro futuro y patrimonio.

Hemos hablado del problema de la procrastinación como uno de los elementos que afectan nuestra capacidad para atender los temas financieros; para tomar las decisiones y emprender las acciones oportunas.

El concepto se refiere a la acción de posponer una decisión, a diferir o aplazar una acción, lo que a la larga genera pérdida de oportunidades o reducción del margen de maniobra.

Todos la hemos padecido. Cuando pensamos en prever nuestro retiro, pensamos que lo empezaremos a hacer el próximo año o, en el mejor de los casos, el próximo mes. Cuando decidimos que tenemos que bajar de peso, posponemos el inicio de la dieta para la próxima semana o después de que pase alguna temporada vacacional o de fiestas.

Se trata de un sesgo de comportamiento muy frecuente en las personas, con implicaciones negativas sobre la planeación financiera y la generación de hábitos económicos saludables.
Más sorprendentemente, de acuerdo con algunas investigaciones recientes, existe una conducta completamente opuesta, que también se presenta con frecuencia y que a su vez genera distorsiones que, aunque diferentes, afectan también la calidad de nuestras decisiones.

No se apresure
De acuerdo con los investigadores Rosenbaum, Gong y Potts de la Universidad Estatal de Pensilvania, distintos experimentos han mostrado la conducta que Rosenbaum denomina pre-crastinación. Ésta se refiere a la tendencia que en ocasiones presentamos las personas a iniciar aceleradamente y cuanto antes una tarea, de una forma tan apresurada que nos impide evaluar si estamos tomando la mejor decisión, si tenemos alternativas más favorables o si incluso es el momento oportuno para tomarla.

Una conducta de este tipo está presente en algunas acciones de gasto que, aun siendo en ocasiones necesarias, pudieron haber sido realizadas con un mayor análisis y obtenido mejores alternativas, tanto por su costo como por su valor generado.

En otros casos, se trata de una reacción opuesta y acelerada a un proceso previo de procrastinación, que en la búsqueda de romper ese ciclo nos lleva a una tomar decisión o emprender una acción precipitada sin evaluación alguna.

No rompa un mal ciclo 
con una mala acción
Ello no implica que sea negativo romper una conducta previa de aplazamiento, sino que en ocasiones, en el intento de romper ese proceso, se incurre en decisiones con impactos negativos, o que en el mejor de los casos no representaban nuestra mejor alternativa.

Otro ejemplo es con personas que llevan mucho tiempo posponiendo la contratación de un seguro de gastos médicos, siendo conscientes de que estuvieron expuestos a una potencial contingencia financiera. Pero la reacción de respuesta no se da como un proceso racional de análisis, sino de apresuradamente tomar la primera opción que se presenta, que en muchos casos lleva a optar por una alternativa que no es la más económica, ni la más adecuada a nuestro perfil como asegurado.

También ocurre en la planeación del retiro. Después de muchos meses y años de postergar la decisión, rompemos el ciclo de procrastinación contratando la primera opción que de manera fortuita se nos presenta, rara vez siendo ésta la más adecuada o la que dé mejor relación costo-beneficio, ni la mejor en términos de nuestro perfil como inversionista.

La sabiduría popular aplicaría en este caso el refrán de “ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre”.

En términos generales, son mayores los efectos negativos de postergar las decisiones financieras, pero hay también que estar atento al que, en el afán de romper nuestra propia inercia de inmovilidad, incurramos en decisiones que también generan afectaciones a nuestro futuro y a nuestro patrimonio.

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Fuente: El Economista