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La violencia en el sur de Kenia a manos de Al Shabab, una organización islamista extremista, han dejado un doloroso vacío en las escuelas de esta región; los maestros son escasos y las oportunidades para continuar estudiando de los niños y jóvenes de la región, se reducen considerablemente.
En un pequeño salón de clases en la Academia Mandera, una escuela privada, colgaban de las paredes carteles con números, letras en suajili e inglés, y formas geométricas, había docenas de alumnos apiñados en pequeños escritorios de madera.
Bilan Abdi, de nueve años, se puso de pie y habló sobre su maestra, Violet Muranga, a quien mataron de un balazo el año pasado, después de que, junto con otras víctimas, la sacaron a rastras del autobús en el que viajaba para visitar a su familia.
“Aprendimos mucho de ella”, dijo Bilan, con suavidad. “Canciones como ‘Twinkle, Twinkle, Little Star’”.
Kenia ha sufrido extremadamente a manos de Al Shabab, una organización islamista extremista, cuyos ataques letales han dejado un doloroso vacío en las escuelas de esta región.
Muchas de las 28 personas asesinadas que iban en el autobús, incluida Muranga, eran maestras de la zona que se dirigían a su casa a pasar las vacaciones navideñas. Su muerte se produjo más o menos al mismo tiempo que un ataque contra una mina, en este rincón norteño del país, donde separaron a docenas de trabajadores por religión, los obligaron a acostarse boca abajo y los mataron a tiros.
Más al sur, extremistas irrumpieron en una universidad, en la ciudad de Garissa, y mataron a casi 150 personas, en su mayoría estudiantes, en abril de este año. Fue el peor ataque terrorista en el país desde el bombazo en la embajada de Estados Unidos en Nairobi, en 1998.
El impacto, el miedo y el persistente sentido de inseguridad han provocado el cierre de docenas de escuelas. Más de mil maestros de otras partes de Kenia se han negado a volver a dar clases en las zonas donde temen que haya ataques terroristas, según el Sindicato Nacional de Maestros Kenianos, encendiendo una crisis educativa en esas regiones.
“Sí, estoy preocupado”, hace poco dijo Jacob Kaimeny, el secretario del gabinete para la educación, a reporteros en Nairobi, la capital. “¿Por qué no están aprendiendo los niños en esas zonas? Se debe al conflicto. Se debe a la inseguridad”.
Muchos de los maestros cualificados, en especial de las escuelas secundarias, son de otras partes de Kenia, o “el sur del país”, como se le conoce aquí. Dan clases de matemáticas, suajili, inglés y ciencias.
“Les hemos aconsejado a los maestros que no regresen”, comentó Wilson Sossion, el secretario general del Sindicato Nacional de Maestros Kenianos. “Son objeto de ataques”.
MANDERA, SIN MAESTROS
En la escuela secundaria para niños de Mandera, casi la mitad de los 32 maestros de otras partes se negaron a retornar.
Ibrahim Hasan, el director explicó que la escuela pudo llenar el hueco con “algunos de los muchachos brillantes del año pasado” que dieron clases.
Sin embargo, añadió: “Estamos preocupados”.
Mantener abiertas las puertas de las escuelas puede ser bastante duro, pero también existe un reto mayor: preparar a los alumnos para el examen nacional por el cual se determina la elegibilidad para una educación universitaria.
“Quiero que regresen los maestros”, notó Mohamed Kala, de 20 años, un nervioso estudiante en su último año en la escuela.
A muchos les preocupa que la cantidad de profesores que se nieguen a regresar a la región noreste de Kenia solo vaya a aumentar. Tan solo aquí, en el condado de Mandera, hay una escasez de 600 maestros, en una región que, históricamente, ya ha padecido abandono e instalaciones educativas deficientes.
SIN MAESTROS BAJAN LA POSIBILIDAD DE ENTRAR A LA UNIVERSIDAD
Solo entre 10 y 15 por ciento de los alumnos de educación media en esta área obtiene la calificación suficiente en el examen como para cualificar para un lugar en una universidad pública, según funcionarios locales.
“Podrían no tener un maestro de física en cuatro años”, señaló Ismail Barrow, el director en funciones de educación para el condado de Mandera, quien ha estado encargado del despacho durante más de un año.
“Pero el alumno tiene que presentar el KCSE de física”, dijo, haciendo referencia al examen para obtener el certificado de educación media de Kenia. Los alumnos lo presentan al concluir el bachillerato y determina el acceso a alguna universidad.
Los maestros dicen que son sensibles a las necesidades de sus alumnos, pero, ahora, muchos temen por su vida.
“Nosotros escogemos vivir”, dijo Johnes Osoro de la asociación demaestros del noreste Down Kenia. “Muchos maestros están traumados”.
Nyagaha Nicholas, de 44 años, es el director de la Academia Mandera, la cual perdió cinco maestros en el ataque contra el autobús. El ayudó a identificar los cuerpos.
“No quiero recordar”, notó. “Tenían la cabeza desecha”. Añadió:
“Tenemos miedo pero se supone que debemos estar aquí. El lugar no es nada seguro”.
Las escuelas públicas en Mandera han sido las más golpeadas. Se supone que los maestros deben estar cinco años en una plaza antes de que los transfieran, un requisito que hoy rechazan muchos.
ESCUELAS PRIVADAS UNA OPCIÓN, PERO NO PARA TODOS
La historia es algo distinta para las escuelas privadas. Si bien la seguridad es una gran preocupación, el sueldo más alto, que es frecuente que reciban los maestros, hace que sea más factible que no se muevan.
“Otros profesores quieren irse, pero no es probable que yo me vaya”, expresó Nicholas, con un suspiro profundo. “He estado aquí mucho tiempo. Puedes morirte donde sea”.
Con los actuales desafíos a los que se enfrenta la educación del país, algunos padres que pueden darse ese lujo están mandando a sus hijos a cientos de kilómetros de distancia, a la capital, para que continúen sus estudios.
No todos pueden tener ese lujo.
“Si yo tuviera el dinero, mandaría a Mohsin a Nairobi”, dijo Abdirashid Ahmed, un taxista de 47 años de edad, sobre su hijo de 15 años, quien va a una escuela pública en esta ciudad.
El gobierno del condado está tratando de encontrar soluciones, pero no se puede decir que las haya ideales.
“Vamos a emplear a maestros inexpertos mientras el gobierno central no ofrezca alguna solución”, notó Barrow, el director en funciones de educación en el condado. Algunos de los profesores reconocen las dificultades que ahora enfrentan las comunidades locales, en su ausencia.
“Lo sentimos por ellos”, dijo Osoro. “Se trata de circunstancias extremas que requieren medidas extremas”.
El gobierno nacional dice que está buscando respuestas.
“¿Qué le estamos diciendo a la gente en esas zonas? ¿Le estamos diciendo que sus hijos no deberían aprender?”, dijo a los reporteros el secretario de educación, Kaimenyi. “Por eso es que es importante trabajar juntos para asegurar que los niños en todas partes del país puedan aprender”.
Tres de los maestros asesinados en el ataque contra el autobús le dieron clases a Suada Farhan, una alumna, de 16 años, de la Academia Mandera.
“Yo lloré”, contó.
Ahora, dijo, la inseguridad que generan los ataques de Al Shabab en la zona también está amenazando algo más.
“Están destruyendo nuestro futuro”, expresó.
Fuente: El Financiero