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Lo que era alta tecnología en las décadas de los 80 y 90, ahora es utilizado por una nueva generación de diseñadores, artistas y demás grupos creadores.
En la película reciente de Noah Baumbach, While We’re Young, a Josh y Cornelia, unos brooklinitas de la envejecida Generación X (interpretados por Ben Stiller y Naomi Watts), que tratan desesperadamente de reclamar su juventud, los impresiona lo que hace las veces de decoración doméstica en el departamento en Bushwick de sus nuevos y jóvenes amigos, dolorosamente a la moda, Jamie y Darby (Adam Driver y Amanda Seyfried).
Junto con los familiares clisés del hogar de moda (la máquina de escribir eléctrica, la pared de discos de vinilo), la joven pareja exhibe, orgullosamente, una cineteca de cintas VHS de la época de Reagan, junto con un estante con casetes de música. “Es como si su departamento estuviera lleno de todo lo que tiramos alguna vez”, dice Cornelia con aire de asombro.
El desecho tecnológico de los 1980 y 1990 está encontrando una segunda vida con una nueva generación de artistas, diseñadores y los nostálgicos de las computadoras, que readapta los restos de la era digital temprana de su juventud, haciéndolos arte, decoración doméstica y joyería, junto con bastante hierro forjado “Kitsch”.
Se puede pensar en ella como la siguiente evolución del estilo retro chic. El estilo analógico cohibido pudo haberse adueñado de la década pasada, al menos entre los generadores de tendencias con mezclilla hecha en telar, con tocadiscos, máquinas de escribir y relojes mecánicos, todo retro.
Sin embargo, mientras los hijos que se destetaron con Nintendo y Napster, maduraban al grado en el que ahora sufren de ataques ocasionales de nostalgia cultural, es posible que la basura plástica desechable de su juventud finalmente esté lista para recibir lo que se merece.
“Apenas estamos en el punto en el que podemos mirar en retrospectiva las cintas VHS y darnos cuenta de lo genial que eran”, comentó Erika Iris Simmons, una artista de 31 años de Chicago, quien trabaja con el nombre de Iri5, haciendo retratos de luminarias como Jimi Hendrix y Marilyn Monroe no con pincel, sino con rizos de cinta de viejos casetes y VHS.
Para Simmons, la cinta de los casetes recuerda una asociación más física, más táctil, que tuvieron alguna vez los niños de los 1980 y los 1990 con sus aparatos; ella recuerda que sabía la forma precisa de soplar dentro del cartucho de juegos del Nintendo para hacerlo funcionar cuando no se cargaba. “Todos tenemos esa experiencia compartida de interactuar con la tecnología que no llegas a tener con los MP3”, dijo.
En forma similar, Chris McCullough, de 40 años, un diseñador arquitectónico en Los Ángeles, quien reproduce arte para sus espacios, reproduce retratos de iconos culturales, como James Brown, usando audiocasetes como teselas. Los casetes desechados no solo son baratos y abundantes, dijo, sino que resuenan con públicos de su edad.
“Los casetes representaron el primer medio de música popular portátil que podías compartir y personalizar tú mismo”, comentó McCullough, antes de que servicios como Spotify hicieran que la música “esté siempre disponible”. (Si bien las cintas de los casetes son técnicamente analógicas, alcanzaron su zenit cultural temprano en la era digital de los 1980, justo cuando las PC estaban entrando en la corriente principal.)
Los propios periféricos antiguos de Nintendo pueden también funcionar como arte, o al menos como decoración doméstica llamativa. Jeff Farber de Oshkosh, Wisconsin, vende escritorios y lámparas de pie estilo pop art, hechos de PlayStation y Nintendo64 y cosas por el estilo, en su tienda Woody6Switch, artículos cuyo propósito es celebrar una era en la que los artefactos, hasta los baratos de plástico, tenían cierto poder de permanencia.
“Cuando era niño, la tecnología avanzaba muchísimo más lentamente que ahora”, dijo Farber de 36 años. “Como una mascota querida, la cuidabas y te daba alegrías y te entretenía por muchos, muchos años”.
En comparación, añadió, “los avances y actualizaciones de la tecnología hoy día son tan rápidos que un aparato que compras hoy puede ser prácticamente obsoleto en cuestión de meses, así es que no hay tiempo real para enamorarse en la forma en la que podías en esos años dorados de la infancia con videojuegos”.
Seguro que no hay ninguna escasez de esas cosas. A medida que se reduce el ciclo vital del aparato electrónico promedio a, prácticamente, un abrir y cerrar de ojos, las montañas de basura electrónica siguen aumentando y se espera que superen las 70 millones de toneladas métricas este año, en comparación con cerca de 19 millones en 1990, según un informe del 2014 hecho por Step, una iniciativa de sustentabilidad afiliada a Naciones Unidas. A excepción de casos insólitos – como un artículo de la semana pasada sobre una mujer en la zona de la bahía, en San Francisco, que tiró una rara computadora Apple I de los 1970, con valor de 200,000 dólares, al parecer por accidente, en una instalación de reciclado en Milpitas, California _, son pocos los que miran el montón de basura y ven un tesoro.
Sin embargo, eso ya empezó a cambiar. Mientras que algunos consideran al reciclaje de alta calidad de productos tiende a ser estrecho y autoselectivo.
“Son obsesos; son nerds”, dijo Rob Connolly, un floridense retirado que, con su pareja Rita Balcom, hacen complicados relojes de pared y de escritorio con viejos discos duros y tarjetas madre. Hace unos años, por ejemplo, su compañía, Tecoart, que vende en Etsy y Amazon, llenó un pedido de 2,400 piezas para Google, que los distribuyó como premios para incentivar a los empleados, contó.
No sorprende que estos aficionados a la tecnología compartan su pasión en las comunidades en línea. Uno de los foros más populares es el blog tecnológico DIY que maneja Evil Mad Scientists Laboratories, una empresa familiar en Sunnyvale, California, que produce “hardware” de código abierto. En el sitio se presentan tutoriales sobre cómo hacer aretes con chips de reguladores lineares, pendientes de condensadores y un banco de madera en la forma de un chip de circuito integrado clásico 555 de los 1970.
“La mayoría de nosotros estamos muy metidos en las comunidades productores”, contó Lenore Edman, una fundadora, “así es que estos artículos son símbolos, tanto de nuestra historia como de nuestro conocimiento”.
Fuente: El Financiero